29 de abril de 2011

Locuras nocturnas.



"A su Merced escribe lo siguiente la dama Cristina:
Noble caballero, defensor de la más noble Zaragoza, hombre de luchas y aventuras. Son tantas las leyendas que por aquí cuentan sobre sus acciones y deseos.
Mil vidas entregarían por llegar hasta ústed, celosas damas que rondan mi casa cada mañana para asegurarse que aún sigo aquí pues quiero huir.
No pretendo huir a un castillo nuevo, con sus caballos y torreones; ni a un país sin descubrir para yo así solicitar su conquista; mas deseo algo aún más fuerte, si su Merced me lo permite.
Usted, usted es mi mayor deseo. Envidia de hombres.
Cuántos hombres vienen a trocarme declaraciones para que me prometa con ellos, oh, cuántos y más. Su vida prometen, y sus tierras entregan. Mas no son de mi agrado.
Tarde escribo, puesto que estoy informada de su partida a otra conquista.
Pero es más valioso tarde que nunca.
Así pues, mi corazón atacado y deseoso de amores prohibidos, se confiesa ante usted como ante nadie. Pues él es el que cree en usted más que nadie en este mísero mundo.
Le amo. Si de mi se tratara, mi mantón tomaría y en la carroza huiría, hasta llegar a sus brazos. ¿Hay tormento que inquite como una pasión de amor? 
Todo es suyo, y yo me incluyo.
Con este leve texto le pido su amor. Si me reniega, escatimaré en no cometer el error una vez más.
Siempre suya, Princesa de Fresa.
(Conteste, por favor)


Querida Princesa de Fresa, Soy demasiado hombre para ti. Tengo una mujer esperandome en mis camas. Se llama Maria Canfran, y aun porque ella no este muy bien de cabeza, siento que mi corazon la ama.
Su belleza. Su cuerpo. Su pelito grasiento. Me pone ver como se mete mano. Lo tiene todo.


Oh, puedo sentir como mi corazón se rompe en mil pedacitos, pesando como bloques de plomo.







Te quiero, pero es un secreto (a voces).

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