22 de febrero de 2011

Supongo que ya no hace falta decir que en cuanto me vaya a la cama estaré pensando en ti, que lo más seguro es que me duerma así y me despierte igual.


A veces me da la sensación de que resulto un tanto agobiante/empalagosa, como cuando comes un helado y acabas asqueado. Pues igual. Pero, ¿qué quieres que te diga? No puedo evitarlo. Siento demasiadas cosas como para que pasen desapercibidas sin ser escritas o memorizadas, para que dentro de unos años miremos todo esto y aún siga ahí, imborrable. 
Cada día me queda más claro que la distancia es sólo un obstáculo que hay que saltar, que no hay que dar nada por imposible. Eso es lo que me has enseñado. A tomarme la vida con calma, pensar las cosas, y si no, improvisar.
Y no sabes lo agradecida que estoy por ello. Porque yo no pensaba que me fuera a enamorar nunca más, lo daba por perdido, de verdad.
Y ahí fue donde apareciste tú, con tu sonrisa bonita. Me hiciste volver a ser la misma, y eso que te conocía de poco. 
Ahora, claro está, te conozco, y a cada día que pasa más y más...y así, hasta que estemos juntos ya por fin. Pero no un día, ni dos, si no...todos, todos y cada uno de ellos.
Perdona si esto parece escrito sin ganas, pero es que el sueño me puede y se me cierran los ojos. Aún así sabes que todo esto lo digo sinceramente y de verdad, porque es una larga lista de agradecimientos que no sé por donde empezar...y todo estos nervios previos serán por algo bueno, porque aprobaré, eso me enseñaste tú: optimismo.
Gracias.
Gracias por quererme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario