25 de febrero de 2011

"È una musa che ce invita, a sfiorarla con le dita..."
Confieso que ahora mismo me gustaría que estuvieras aquí conmigo en la terraza, abrazándome por detrás, los dos tapados con una manta (zamorana, ¿verdad?). Apoyar mi cabeza en tu hombro y sonreírte con la mirada mientras vemos todas las luces de la ciudad acompañadas con el murmullo continuo del tráfico. Aroma a ciudad. A ciudad bonita.
Lo que decide convertir esto en una realidad que será presente en una semana, o dejarlo en un mero sueño...ya está hecho, y no sé la respuesta al cien por cien. Dudo.


A veces lo veo como algo posible y otras lejos de lo que se considera creíble o real. Y durante la larga espera lloro, me tapo con la manta de cuadros y me siento en el suelo de la terraza. Cierro los ojos, sintiendo el frío, pero sola. Las lágrimas son imbatibles y consiguen su propósito, que no es otro que intentar enseñarme una lección que llevo ignorando durante mis 16 años: que la vida es la más puta de todas las putas y no regala las mismas oportunidades.

-¿Por qué lloras? ¿Porque está lejos? ¿Por matemáticas?

-Porque está lejos...

-¿Qué más da que esté en Zaragoza que en Roma? Es lo mismo, sigue estando lejos.

Gracias mamá por esos "bonitos" ánimos. Te lo agradezco de corazón.

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