29 de junio de 2011

No sé si aún me recuerdas, nos conocimos hace ya varias décadas. Te encontré cerca de la vía, demasiado cerca. Aún no me lo explico, no sé qué razones tenías para hacerlo.
Siempre has sido la más guapa, diferente al resto de la sociedad, no aceptas un no por respuesta y quieres buscarle sentido a todo.
Cuando te vi allí, a punto de saltar, conseguí sujetarte por el brazo. Tú me miraste y forcejeaste ¿recuerdas?. Pero rompiste en lágrimas y, aún desconociéndome, te tiraste a mis brazos...y yo no pude por menos que rodearte, me pareciste frágil.
Nos sentamos en las escaleras del metro, pero huiste y te perdí el rastro...he de reconocer que esa noche no pude dormir, era como si me hubiera tomado una taza gigante de café.
Suerte o destino, nos volvimos a ver a los dos días en la cafetería que, más tarde, descubrimos que frecuentábamos. Tres días más y me dijiste que eras mía.
Las playas eran nuestra carretera diaria, nos sentábamos a la orilla y tú siempre mirabas nostálgica al horizonte...nunca te pregunté la razón, pues estabas tan absorta en tus pensamientos que ni siquiera te dabas cuenta que se hacía de noche y la temperatura descendía a trompicones.
El pelo se te metía en la cara cuando hacía viento y a mi me encantaba apartártelo, y darte un beso después para verte sonreír.
Era muy difícil sacarte una sonrisa, tu mente estaba cerrada en un vacío negro que sólo te dejaba ver lo negativo de la vida. Pero aún así lo eras todo para mí, me encantaba cuidarte.
Siempre que me despertaba sabía que ibas a estar mirando por la ventana, con tu jersey de lana holgado que te tapaba hasta la cadera, el pelo suelto y despeinado. Me dirías buenos días y yo te cogería por detrás para darte un beso y hacerte sonreír.
Ese día, el cielo, decorado con numerosos lunares blancos, se acostó al mismo tiempo que nosotros. A la mañana siguiente, me giré en la cama como todos los días para verte una vez más en la ventana...pero no estabas. Te busqué por toda la casa, que se me hacía inmensa.
Ahora sólo me queda escribirte cartas, con la esperanza de que lleguen donde tu estás. Sí, llegué tarde a decirte que te quedaras toda la vida conmigo...decidiste ponerle final a la tuya adentrándote en las olas. Y así te fuiste. Te hundiste. Desapareciste. Para siempre. Me dejaste con un baúl lleno de ilusiones apartado en una esquina, que poco a poco se ha ido llenando de polvo...ya no quiero limpiarlo, no quiero tocarlo, es el único recuerdo que me queda de ti: aquel baúl en el que, cada noche, tirábamos un papel con un sueño que queríamos compartir escrito.
Ahora apago la luz, y aún a oscuras, puedo distinguirlo. Es una noche estrellada, como aquella.



No hay comentarios:

Publicar un comentario