10 de agosto de 2011

Nueva York. Tú. Yo.


Me acuerdo de la primera vez que vine a Nueva York. Llevaba 16 años en este gran mundo, viviendo en una pequeña ciudad al oeste de España, ya cerca de Portugal.
Y llevaba soñando varios años con visitar "la capital del mundo", como dicen por ahí. Recuerdo que todo empezó, desgraciadamente, con los atentados del 11 de Septiembre; yo tenía seis años y es el único recuerdo que tengo de esa edad: me sorprendió muchísimo. Era la hora de comer cuando lo dijeron y yo comía macarrones con tomate con una enorme sonrisa en mi cara regordeta, la cual se borró nada más ver lo que salía en la televisión: un avión chocaba contra un rascacielos enorme del que no había oido hablar jamás, y al chocar una enorme llamarada se hacía con él. Y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Después llegó otro avión que chocó con otro rascacielos idéntico al anterior...y después todas las ambulancias, la policía, la gente lanzándose al vacío. Ese día me quedó grabado para siempre. Poco después aprendí que esos dos rascacielos se llamaban "Las Torres Gemelas" y que estaban localizadas al sur de un lugar llamado Wall Street, donde los señores y señoras iban trajeados y con maletines porque ahí es donde estaba todo el dinero. Y Wall Street estaba en un barrio llamado Manhattan.
No podía parar de pensar en ese día, fue algo que me dejó "shockeada".
Pasaron los años y poco a poco se me fue olvidando, pero la imagen seguía ahí. Aún así, seguía con mi vida.
Cuando me obsesioné por los Jonas Brothers, aprendí sobre New Jersey y hice una exposición en clase de inglés sobre el estado. Ya estaba más cerca.
En el 2008 empezó la moda de las camisetas de "I love NY", estaban por todas partes, y yo quería una. La busqué en todas las tiendas, y no había manera de tenerla si no era importada desde la gran manzana. Pero yo me las arreglé para conseguir algo que me hiciera tener más cerca a la ciudad, y tenía ya tres, una con fotos de Nueva York, otra con un plano de Nueva York y otra que ponía I love New York (tachado) you.
Un día, una amiga de mi madre me regaló una de " I love NY" de las de verdad, de las de allí. Y ahí comenzó mi obsesión por la ciudad, buscaba fotos y fotos, videos, todo. Comencé por aprenderme los cinco boroughs, las Avenidas y todos los lugares típicos que visitar (Empire State, Estatua de la Libertad, Times Square). Seguí y aprendí los nombres de otros barrios como Harlem, Greenwich Village, NoHo, SoHo, Little Italy, Chinatown, Meatpacking District...
Cada vez que salía en el Telediario me quedaba embobada mirando, aprovechando para verlo a tiempo real, aunque fuera a miles de kilómetros.
Conocí a una chica que se iba a ir a Nueva York en verano y me dolió muchísimo, conocía a mucha gente que se iba a Nueva York...y yo ahí me quedaba, llenando mi habitación de posters con la típica foto de los rascacielos que cada vez que miro hace que el corazón me lata muy rápido. Escuchaba a todas horas "Empire State of Mind" que se convirtió en mi canción favorita, y me pasaba también horas viendo el vídeo.
Ya no sé cuántas veces le decía a mis padres "de mayor voy a vivir en Nueva York, en un rascacielos con ventanales para ver todas las lucecitas por las noches" o "ojalá pudiera ir
a Nueva York". Hice este blog, con ese título, con todas las entradas que sacaba de mi imaginación, entradas que enseñaba a mis padres.
En Año Nuevo, después de la fiesta de Nochevieja, me quedé hasta las seis de la mañana acompañada por Carlos vía msn mirando la webcam de Times Square, con la simple misión de ver caer la bolita del Toshiba Building. Me emocioné como si estuviera allí.
En Enero del 2011 nos hicieron ilusiones diciéndonos que íbamos a ir de intercambio a Buffalo, una ciudad en el estado de Nueva York. Yo me emocioné un montón porque iba a estar por lo menos en el estado, aunque estuviera a 8 horas de ella. Sólo podíamos ir 10 personas de 4º de la ESO, y no estábamos en la lista.
Lloré, muchísimo, era mi única oportunidad.
En Semana Santa del 2011 un primo de mi madre se iba a ir de vacaciones a Nueva York y no tardé dos segundos en pedirle POR FAVOR POR FAVOR una bolita de Nueva York y una bandera de Estados Unidos.
Días después nuestro profesor de inglés nos dijo que había un viaje a Washington (no DC) al que ibamos por las notas de 3º y que teníamos que hacer una redacción de un montón de páginas. Yo me veía con oportunidades así que se lo dije a mis padres, pero no me dejaban, y me enfadé mucho porque no entendía porque se negaban a dejarme si mi mayor ilusión era viajar a Estados Unidos (me sentiría más cerca de Nueva York).
En Mayo, un día que fuimos al zoo mi familia y yo pero todo salió mal, mientras comíamos en una terraza, mi tio dijo que se iba a Nueva York. Yo al principio no me lo creía, le decía que no podía ser que a él nunca le había gustado a América, que me dejara de tomar el pelo con esas cosas.
Pero él me dijo hasta el número de vuelo, y las fechas.
"No me puedo creer que vayas y ni siquiera hayas pensado en llevarme a mí, con lo que llevo deseando ir..." le dije. Tonta de mí. Mi madre, sin razón aparente, no dejaba de sacarme fotos con la cámara, lo cual me enervaba aún más. Y ahí, fue cuando me dijeron: Tú también vas.
Vuelco al corazón. Zumbido en la cabeza. Y yo diciendo: No, no , no , no, no me lo creo, dejadme de tomar el pelo porque no, que no, que no es de verdad, que eso está muy lejos y es muy caro y que no, que no puede ser, dejadme de tomar el pelo.
Pero era. Me iba a Nueva York. Todavía escribiéndolo me emociono...y en el momento, lloré de emoción. Por eso no me dejaban ir a Washington, porque ya habían reservado Nueva York, y no pensaban decírmelo hasta una semana antes, pero ante mi insistencia, tuvieron que soltarlo.
Tachaba cada día en el calendario con una emoción típica de una niña que tacha los días que quedan para que lleguen los Reyes Magos. Era mi motivación para sobrellevar el estrés de los exámenes y a cada persona que se lo contaba se lo hacía gritando y saltando. Cuando iba a
casa de mis abuelos no paraba de mirar el catálogo, el hotel, le pedía a mi tio que me contara todo lo que íbamos a hacer. ¡IBA A ESTAR UNA SEMANA ENTERA EN NUEVA YORK!
El día antes, era tal mi emoción que no podía exteriorizarla, y todos se pensaban que estaba triste, pero no era así, era demasiado para asimilar, llevaba tantísimo tiempo esperándolo.
Recuerdo mi lucha por encontrar un sitio al lado de la ventana del avión, pues quería ver Nueva York desde el cielo. Y la ví, mientras atardecía...
Recuerdo ver ese anuncio de Mastercard en el aeropuerto que decía "Staying up in the city that never sleeps. Priceless" y salir corriendo fuera y ponerme a saltar al ver, frente a mí, todos los taxis, las señales de "One Way" , los semáforos amarillos, el olor a Nueva York, el calor neoyorquino, la noche neoyorquina, la luna...
Al cruzar de Queens a Manhattan y ver el Empire State por primera vez encima de mí, mi exclamación fue la más alta de todo el autobús. No quería dormir, no podía, Nueva York me
había dado energías a pesar de las ocho horas de vuelo. Y en esa misma noche vimos el Empire State, el Chrysler Building, Times Square. Dios mío, Times Square...indescriptible. Toda la gente que había, el ambiente, los carteles parpadeando sin parar, llenando de luces y color todo, la torre de Toshiba en la que había visto la bola caer, la webcam desde la que la había visto, la música, la gente disfrazada, las escaleras del TKTS, el río de taxis amarillos a ambos lados...
Recuerdo la noche en la que cruzamos el Manhattan Bridge, desde Brooklyn, y vi desde el segundo piso el rio oscuro, el skyline brillante al fondo, y el aire que me alborotaba el pelo y, por primera vez en mi vida, no me importaba.
Recuerdo también la hora en bicicleta por Central Park, cuando cogía muchísima velocidad para llegar a las cuestas, estirar las piernas y gritar: Uuuuuuuuh mientras bajaba a toda velocidad sin pedalear, dejándome llevar.
Recuerdo lo inmenso que era el lago, y que cuando bateaban tardaba en llegar el sonido dos segundos desde donde estaban hasta donde estaba yo, de lo grande que era eso.
Recuerdo la enorme sorpresa que me llevé al enterarme de que iba a subir en helicóptero, la sensación de estar volando por encima de los edificios, el nudo en el estómago que se me hizo cuando empezó a sonar "Empire State of Mind" en mis auriculares, como si el destino lo hubiera puesto porque sabía que era el momento. Las lágrimas de emoción, lo bonita que estaba Nueva York desde el aire...
Recuerdo la inmensidad de la Estatua de la Libertad, el respeto que daba verla, con su antorcha, impasible, resistiendo los años.
Recuerdo también cuando vi la Zona Cero, después de tantos años...la piel de gallina.
Recuerdo la rapidez del ascensor del Rockefeller Center, las vistas increíbles desde arriba del
todo del Top of the Rock, el rectángulo perfecto que era Central Park, el Empire State enfrente como si saludara...yo, arriba del todo, por encima de Nueva York, de todo, casi tocando el cielo.
Recuerdo nuestra experiencia con la limusina y la persecución en pleno Times Square digna de una película de acción.
Recuerdo la emoción que sentía al parar los taxis, y la alegría que me daba ir a ver todas las noches Times Square antes de irme a dormir. Y abrir las ventanas de mi habitación, echarme en la cama y dormirme viendo todos los edificios brillando como auténticas estrellas...
Todavía, aún después de 14 años, se me escapa la lagrimilla recordándolo...una adolescente, cuyo sueño de toda la vida había sido estar dentro de la Gran Manzana, suelta por Nueva York, levantando la cabeza y sonriendo con los ojos cerrados cuando caía esa tormenta, empapándose pese que el resto de la gente intentara protegerse con aparatosos paraguas. Ella tenía claro que esa lluvia no molestaba, hacia a Nueva York aún más bonita de lo que era. Lo bien que se lo pasaba viendo a la gente cantar por la calle, entrando a la tienda de M&M's y disfrutando del continuo olor a chocolate que había dentro.
La víspera antes de volver, bajó a Brooklyn, al lado del puente, para despedirse de esas preciosas vistas que había estado tantos años imaginándose, de todas las luces, de la silueta de Manhattan, no se quería ir de allí, si hubiera sido por ella habría dormido en la mismísima arena. Lo único que pudo coger fue cinco piedrecitas que había traído el East River hasta ella...y que aún guardo.
Y como no, sufrió como nunca cuando ya estaba subida en el avión y Nueva York estaba nublada, parecía que ella también se entristecía...cuando comenzó a elevarse en al cielo, a verla desde más lejos, sólo pudo decir una cosa: "No es un adiós, es un hasta luego...Nueva York" y se quedó mirando pegada a la ventana hasta que la perspectiva hizo que la ciudad se borrara por completo. Y esa chica, o yo, sentía como si se dejara algo, como si se lo arrancaran...sí, le faltaba Nueva York.
Regresé, y ahora vivo en mi pequeña gran manzana, paso inviernos, veranos, primaveras y otoños...me gusta ir por Central Park cuando está cubierto de hojas, parece estar hecho de oro; y bajar a Brooklyn en primavera cuando todo el parque frente al skyline está decorado de infinitas flores; me gusta pasear en invierno tapada hasta arriba con mi gorro de lana gris de siempre cuando está anocheciendo, esas noches de invierno que hacen que haya un cielo especial; y sin duda todos las nocheviejas estoy frente al edificio Toshiba para recibir al año nuevo, como hice cuando aún soñaba con venir aquí.









Mi pequeña, gran manzana...





15 de julio de 2011

Hoy, bueno, ayer si lo miras en horario español, estuve contigo por última vez. Mientras el avión despegaba todavía podía verte por desde la diminuta ventana, a lo lejos, más allá de toda la pista de aterrizaje y su espectáculo de luces, mucho más allá, iluminando la noche...parecía que me decías adiós, que te despedías de mí, que me deseabas un buen viaje y me prometías que esperabas verme pronto...la antena del Empire State se encendía y apagaba continuamente, y llegaba con mucha fuerza hasta el avión. También podía ver el Chrysler, el pequeño de la familia.
Te prometo que te estuve mirando hasta que la perspectiva no dejaba verte más, y fue ahí cuando pensé: "Nos vemos pronto, Nueva York" y te tiré un beso sin que nadie me viera, me tomarían por loca.
Y ahora te echo de menos, muchísimo...echo de menos andar por tus enormes aceras, correr entre los taxis para cruzar, saltar por el paso de cebra pisando sólo las líneas blancas, cenar sentada en Times Square y verme todos los anuncios que ya me sé de memoria, emocionarme al oír el carrito de los helados, mirar hasta lo más alto del Empire State cada vez que paso a su lado, meterme en la cama con la manta hasta arriba viendo todas tus lucecitas, despertarme con el sonido de la calle, tirarme cuesta abajo con la bici en Central Park sin miedo, entrar en Little Italy y transportarme a lo más profundo de Italia pero sin irme de ti, bajar y subir avenidas durante todo el día, descubrir algo nuevo en cada esquina, ver bailes por la calle, llamar taxis como tú y yo sabemos, soñar viendo edificios con ventanales enormes, bajar a Brooklyn todas las noches para verte desde el otro lado brillando en la noche, empaparme con la lluvia mientras estoy recogida entre tu regazo...Sé que mañana me despertaré y ya no te voy a ver dándome los buenos días.
Eres como un sitio a parte, una burbuja que se separa del resto del mundo, aislándose en el suyo propio...vuelas alto, lejos. Sí, como las burbujas...haces reír, creas sueños. Ilusiones.
Enamoras allá por donde pasas, eres más guapa que cualquiera de las supermodelos que te habitan. Eres tú, Nueva York.
Te convertiste en mi sueño, te he soñado mil veces por la noche, me he levantado alegre porque pensaba que estaba contigo, después me he hundido porque era un mero sueño, pero al final te has cumplido.
No soy capaz de esconderlo, no soy capaz de negar que te echo muchísimo de menos, que esto va a tardar en pasarse días, o incluso meses...todavía no me creo que haya estado contigo, es una sensación extrañísima, el tiempo se me ha pasado volando. No puedo negar que quiero volver a tu lado. Pero te prometo que tarde o temprano volveré, por favor, espérame.
Te quiero.

"Big lights will inspire you..."

13 de julio de 2011

Despedida...

Me quedan por escribir dos días, pero ni he podido parar en el hotel para hacerlo y cuando he llegado estaba demasiado cansada como para pensar. Y ahora ya ha pasado el tiempo y ha llegado el día de volver a casa.
No sé cómo expresarme ni sé cómo empezar a escribir ahora mismo...estoy en un estado extraño, estoy triste por irme pero aún no me creo que estoy aquí.
Me acuerdo del día en el que me enteré de la noticia, está grabado en mi móvil, era en Madrid, después de que el coche se estropeara y estábamos en una terraza refrescándonos...mi tio me dio que se iba a Nueva York, y yo empecé a decirle que cómo se iba a Nueva York y a mi no me llevaba (en parte broma, en parte verdad)...mientras tanto me sacaban fotos y yo no sabía por qué, hasta que mi madre me lo dijo. Ese día lloré de emoción. El resto, me los pasé mirando la cam todos los días y buscando en google todo lo que podía sobre Nueva York, a la vez que tenía que compaginarlo con estudiar (nervios y estudio nunca han sido buenos), pero sirvió como motivación.
La semana anterior no paraba de hablar y hablar sobre todo lo que iba a hacer y todo lo que iba a ver y lo bien que me lo iba a pasar. La noche antes, estaba en un estado de paz extraño, porque ya empezaba a no creérmelo.
Me he pasado ocho horas metida en un avión, sin iPod y con unas cuantas películas para ver en la pantalla de la butaca. He dormido de mala manera y terminado con dolor de cuello. He pasado un calor tremendo aquí, me he bebido más de tres botellas de agua al día. También he pasado frío, pues en cada tienda tenían aire acondicionado a tope y el cambio de temperatura era brutal...¿pero y el gustito que daba?
He aprendido a llamar un taxi en medio de una calle, he aprendido lo rápido que van los ascensores en el Empire State y en el Chrysler Bldg., he aprendido a usar el metro (junto con mi tio), he aprendido que entre la 5ª y la 3ª Avenida hay tres avenidas más: Madison, Park y Lexington; he aprendido arte e historia, he aprendido que si estornudas cualquier conocido te dirá "bless you" con una sonrisa, que los policías te saludan muy simpáticos cada vez que te ven y que no comen rosquillas, sino manzanas; he aprendido que en cualquier sitio te venden comida para llevar y que en un supermercado puedes encontrar de todo (hasta jamón serrano), que cualquier persona te ayuda y te pide perdón muy amablemente (casi arrepentida) cuando se chocan contigo o se meten en alguna foto, he aprendido que "la cuenta" en inglés americano se dice "check" no "bill", que las sirenas de las ambulancias empiezan a sonar pero no terminan, que en la mayoría de los edificios no hay piso trece por eso de la superstición, y que en los parques infantiles hay cuidadores.
He disfrutado con el continuo olor de chocolate en la tienda de M&M's. Me han brillado los ojos como a una niña pequeña al ver las tiendas de juguetes, los autobuses escolares o al oir la musiquita del carrito de los helados y ver a todos los niños corriendo (qué americano todo ¿no?)
He experimentado sensaciones nuevas como la de subir a un helicóptero. Me he empapado bajo la lluvia neoyorquina.
Me he alimentado de perritos calientes y rollos de pollo que daban en los puestos de la calle, además de chocolate caliente. Me he dormido en autobuses, metros y trenes. He sufrido un dolor de piernas y pies exagerado, pero eso me hacía pensar que había gastado el día bien y no había perdido el tiempo.
He visto salir vapor de las alcantarillas y gente disfrazada de toda clase de personajes.
Querida Nueva York, te he visto de todas las maneras posibles: en bici, andando, en helicóptero, desde rascacielos, de noche, de día, con tormenta, con un solo abrasador, desde un barco, desde la bici...eres tan preciosa e inigualable como me imaginaba, y me atrevo a decir que en la realidad lo eres más. Me he sentado durante mucho tiempo para verte vestida de noche en Times Square y he dejado la ventana abierta todas las noches para verte por las mañanas recién levantada.
He andado por tu Manhattan muchas veces, de arriba a abajo, de derecha a izquierda...no me canso de ti, cada día es algo nuevo lo que te hace eclipsar a otras ciudades. Me encantas desde Brooklyn, desde Queens, desde mi hotel...aún no sé cómo me empezaste a gustar de tal manera, pero te convertiste en mi sueño...y te has cumplido.
Supongo que cuando llegue a mi casa seré consciente de lo que he vivido durante toda esta semana, y de que he pisado tus calles y hablado con tu gente, y me pasaré días y días triste.
Sé que me acordaré de todos los neones de Times Square y Broadway, los pitidos de los taxis, el continuo murmullo de la gente, las vistas desde el Empire State, el olor a perrito caliente, y otras veces a vainilla, mirar hacia el cielo y ver los rascacielos altos altos sobre mí, bajar a la playa del East River para ver parte de ti con el puente de Brooklyn.
Eres la ciudad perfecta, lo tienes todo. Es imposible estar triste contigo. No tienes peligro. Sabes divertir. Enseñar.
Esto no es un hasta luego, recuerda que no será la última vez que te vea. Gracias por todo, Nueva York.

12 de julio de 2011

Dia IV (9-7-2011)

(Primero, siento escribir con un día de retraso siempre, pero es que voy con el tiempo justo)
Este día fue aquel que nos tuvimos que levantar a las cinco y media de la mañana para ir a Washington D.C, capital de los Estados Unidos. Dado que somos unos tardones y se nos viene el tiempo encima, tuve que hacerme la neoyorquina y llamar a un taxi en medio de la carretera, qué horror (sí, va con ironía).
Conseguimos encontrar la vía que era, pero mientras tanto desayunaba una muffin riquísima de chocolate acompañada de chocolate caliente.

 Y después de correr entre la gente para encontrar el mejor sitio en el tren (la fila derecha al ladito de la ventana), partimos. Pasamos por Philadelphia, y no pude evitar acordarme de Carolina y sus bocadillos de queso.

Pretendía ver las tres horas de paisaje, pero me quedé dormida...cuando abrí los ojos, ya habíamos llegado a Washington y la gente ya empezaba a moverse. Comenzaba nuestra caluroooosa, agotadoooora, agobiaaaaaaante caminata hacia el capitol, el obelisco, el memorial a Lincoln y, por último, la Casa Blanca.

 Por el camino nos encontramos ardillas, a las que decidí alimentar con Pretzels...no sé quién tenía más miedo, si la ardilla o yo. Cuando ella se acercaba yo me alejaba, y si me alejaba, ella se iba corriendo pero volvía y se ponía a moverse en círculos alrededor mío para quitarme la bolsa. Al final cogió el pretzel, sí, de mi mano.

Y he aquí el Capitolio, Obelisco y Casa Blanca (y mi cara de estar muriéndome de calor, que no sé cuántas botellas de agua llevaba ya bebidas antes del medio día).









Terminamos visitando el Museo Corcoran, que era arte moderno (viiiiiiiiva). Una pena que no se pudiera tocar, oye.


Como una enana me lo pasé. Pero eso fue después de comerme un perrito caliente seguido de un wrap de esos tan ricos que hacen por aquí (a mi el calor me da mucha habmre).
Fuimos al cementerio de Arlington en metro (UN CALOR HORRIBLE) para ver la tumba de John F. Kennedy, y me sorprendió mucho el hecho de que el cementerio pareciera más un sitio turístico que un cementerio de verdad...¡tenían hasta tienda! Vimos el homenaje a las mujeres que murieron en la Segunda Guerra Mundial y la tumba de Kennedy, porque el calor ya era demasiado.


Por último, el memorial a Lincoln, enorme sentado en su sillón de mármol frío y con vistas a todo Washington. Por cierto, se me olvidó decir que en el camino hacia el Obelisco había una fiesta de las típicas americanas, con un montón de puestos y mucha música. Y es que eso te sube la moral muchísimo, toda la gente por ahí, te sonríen...y además, descubrí que si estornudas cualquier desconocido te dice "bless you!" muy simpático.


 No puedo contar mucho más porque nuestro tren salía  las siete y tuvimos que cruzar desde Lincoln hasta la estación en menos de media hora y con un Sol horroroso...no había bebido más agua en mi vida.
De vuelta en el tren, el aire acondicionado estaba a tope y al principio se agradecía, pero después ya era exagerado y no teníamos nada para taparnos...además, nos quedamos parados en medio del camino porque el tren de al lado se había estropeado y todos los pasajeros tenían que venirse al nuestro. Después, por culpa del aire acondicionado, el nuestro se apagaba cada dos por tres y hubo una vez que se paró...ya me temía que nos quedáramos a dormir allí esa noche, pero no. Eso sí, llegue al hotel más muerta que viva. Pero Washington merece la pena, prometido.




10 de julio de 2011

Dia III (8-7-2011) Parte 2


 Esto de tener que escribir dos entradas para contar un día porque no me deja subir todas las fotos que quiero...En la foto de arriba es cuando por los auriculares me pusieron Empire State of Mind a piano (mi canción favorita de Nueva York) y bueno...mi cara dice lo pensativa, filosófica y emocionada que me puse.

(Me encantan los autobuses escolares)
Después de tocar suelo con el helicóptero, nos dimos un paseillo hasta el puente de Brooklyn y creí que me moría del calor sofocante que me estaba cayendo encima. Pero mereció la pena...








Claramente, tenía que darle un beso (aunque mi cara sea para tirarla por ahí pa' abajo).
Comimos en Brooklyn, en un restaurante americano de los típicos, así oscuros y con una camarera vistiendo una camisa a cuadros. Nos pusieron unas hamburguesas riquísimas (y no las del McDonalds). Después bajamos a la playita al lado del puente, donde se veía todo el Skyline y donde desembocaba el mar sobre el East River (que no es lo mismo que el Hudson). Era como un pequeño oasis en la jungla de cemento y cristal.

 Por último, visita al Rockefeller Center, a una tienda de Lego enorme, y al Radio City Music Hall. Teníamos pensado ir a Chinatown, Nolita...pero empezó la tormenta esa que tanto me gusta y tuvimos que volver al hotel, mi tio escondiéndose por debajo de los edificios y yo andando debajo de la lluvia, tan feliz. Me encanta cuando llueve en Nueva York...


...bueno, me encanta Nueva York.

Dia III (8-7-2011)

Uf, este día. Vaya experiencia.
Nos levantamos pronto como siempre, y nada más abrir los ojos ya estaba viendo desde la ventana mis adorados rascacielos (todas las noches la dejo abierta para dormirme viendo todas las lucecitas)...mi primera frase de la mañana fue, entre bostezos: "Qué bonito..."
Bajamos a desayunar al bar de siempre pero esta vez desayunamos como americanos de verdad.

Y, aún con el desayuno en la boca, al metro (donde, por cierto mamá, me he enterado de que hay ratas enormes). Ya le vamos cogiendo el truco, porque el primer día...madre mía.

Camino a Wall Street se subió una chica medio borracha que iba bebiendo alcohol tapado con una bolsa (porque está prohibido beber en público) e iba contando no sé qué historia (este es un dato no relevante pero me apetecía contarlo).
Y, por fin, llegamos al centro de los negocios en Nueva York...nada más salir de la boca del metro, se podía ver una oleada que ocupaba toda la calle de hombres trajeados con maletines y tecleando en su Blackberry como posesos, mujeres con tazas enormes de café para llevar...había que arreglárselas para entrar en la marea sin terminar aplastado.





Y cuando mi estómago empezó a avisarme de que ya era hora de comer (por gula más que nada) me compré un pretzel (galleta/pan típica de Estados Unidos) relleno de jamon york y queso derretido. Riquísisimo.


De repente, en medio de todo el gentío que se quería hacer foto con el famoso toro de Wall Street y con Battery Park al fondo, mi tio me dio la gran noticia (chan chan chaaaaaaaan): IBAMOS A SUBIR EN HELICÓPTERO.
Mi primera reacción fue decirle: Mentira, no me lo creo.
Pero sí, así era.
Esperando a que nos cogieran, podía ver el puente de Brooklyn de fondo (mi puente bonito, la de veces que lo habré visto yo en fotos y es aún más guapo en la realidad)...más tarde, nos pesaron y nos pusieron a hacer cola; y claramente, empecé a impacientarme. Pero todo llega, y eso no iba a ser menos.




Es precioso ¿verdad?

9 de julio de 2011

Dia II (7-7-2011)

Vimos también Strawberry Fields, donde mi tio se puso a decir "Pero y dónde están las fresas?" y el recordatorio "Imagine" de John Lennon, donde sigue esa rosa en el medio, luchando contra el tiempo. Estaba rodeado de gente, y justo enfrente del Dakota Building, donde fue asesinado y donde viven los ricos de los ricos de los más ricos de Nueva York.




Después, visitamos la tienda enorme de M&M's en Times Square, parecía hecha de arco iris...todos los M&M's estaban metidos en tubos gigantes, cada uno de un color y rodeando la tienda. Había un olor continuo a ellos, era un placer estar ahí. Eso sí, una bolita de nieve pequeñísima nos costó 11.92 $ cuando nosotros pensábamos que costaba dos.
Y conocí al famoso Naked Cowboy (que conste que iba en calzoncillos). Y AL MONSTRUO DE LAS GALLETAS.



Por la tarde fue esa en la que saludé por cam y después fue muy raro ver los pantallazos y verme allí, en esa cam, desde la que yo había estado observando y observando Nueva York durante meses.
Después visitamos el Hard Rock Café New York (donde me tengo que coger la camiseta, que no se me olvide).








Sí, salimos ahí, detrás de la chica. Nos tenían a todos saludando como a tontos porque pintaban corazones y hacían cosas raras en la pantalla. Así es el ser humano, se ve en una pantalla enorme y se queda toda la tarde saludando para verse.
Después fuimos a ver la biblioteca pública, y mi jet lag terminó por atacarme. Me quedé dormida en las escaleras.


Para terminar este gran día, subimos al Empire State. Tantas veces he soñado con subir, tantas veces he soñado como era por dentro (y no cambiaba mucho)...y al final, lo conseguí. Mejor aún que en las fotos. Altísimo, imponente, el mundo a nuestros pies. El ruido lejano de la ciudad mezclado con los gritos de asombro de todos los que allí estábamos...irrepetible.